En 1896, Jeff, un solitario aventurero de oscuro pasado, se dedica al lucrativo negocio de surtir de carne de vacuno los asentamientos de buscadores de oro del Yukon, en Alaska.
Matt Calder (Robert Mitchum) llega a un campamento minero para hacerse cargo de su hijo de nueve años, Mark, y agradecer a Kay (Marilyn Monroe), la cantante del saloon, que le haya cuidado. Padre e hijo se dirigen a la granja que ha comprado junto a un caudaloso río pero su tranquilidad es interrumpida por la llegada de Kay, acompañada de Weston, un jugador profesional que huye con los caballos dejándoles indefensos ante el ataque de los indios. Su única salida es huir en la balsa que, a duras penas, resiste el envite de las aguas bravas.
Lilí es una joven francesa huérfana e ingenua, sin hogar ni recursos, que se enamora de un prestidigitador al que conoce en una función circense. Se queda a vivir en el circo, donde trabaja con un ventrílocuo lisiado que se enamora de ella. Los mejores amigos de Lilí son los títeres, a los que confía sus apasionados sentimientos hacia el mago, aunque su amor no es correspondido.
Por vez primera cambia el sexo del vampiro en la historia del cine. La condesa Marya Zaleska, miembro de la elite londinense, no es más que la hija del famoso aristócrata transilvano; lo cual nos es revelado a mitad del (breve) metraje, aunque sus afición al esoterismo y la brujería -y, por supuesto, el título- nos hacían sospechar ya dicha filiación.