En una noche oscura y misteriosa, un cementerio se convierte en el escenario de una deliciosa y macabra fiesta de música y danza. La luna brilla intensamente, iluminando las tumbas y proyectando sombras inquietantes. De la nada, un grupo de esqueletos animados cobra vida, saliendo de sus ataúdes para disfrutar de una celebración surrealista. Al ritmo de una pegajosa melodía, los huesos comienzan a moverse con una gracia inesperada, mezclando comedia y terror en una danza frenética.
A medida que la noche avanza, los esqueletos realizan una serie de coreografías hilarantes que desafían la gravedad y la lógica, lanzándose en piruetas espectaculares y pasos de baile cómicos. Con una estética que recuerda a las primeras caricaturas animadas, cada movimiento es un recordatorio de que la vida, incluso después de la muerte, puede estar llena de alegría. También se muestra cómo los anfitriones sobrenaturales convierten el ambiente lúgubre en un festín visual, con flores que brotan de las tumbas y calaveras riendo junto a los danzantes.
Sin embargo, el clímax de esta danza macabra llega cuando la cábala de esqueletos se enfrenta a la llegada del día, lo que les obliga a volver a sus tumbas. La película, aunque sin diálogos, logra transmitir emoción y diversión a través de su animación ingeniosa. Al final, el espectador queda encantado con la idea de que incluso la muerte puede ser una celebración, una danza por la eternidad.