En un viaje visual que desafía las convenciones del cine de su tiempo, un director visionario se sumerge en una experiencia abstracta donde la sincronía y la forma son protagonistas. La narrativa, desprovista de una historia lineal, es un juego de luces, sombras y geometría que transforma la pantalla en un lienzo en movimiento. A través de una serie de composiciones minimalistas, se presentan formas que se transforman y se superponen mientras la música pulsante guía el relato.
Los objetos se convierten en personajes, y los movimientos se sincronizan perfectamente con un ritmo hipnótico que invita al espectador a perderse en la pureza del arte. Las figuras geométricas parecen bailar, vibrando en un diálogo eterno entre la imagen y el sonido. Con improvisaciones visuales que exploran la intersección entre la pintura y el cine, se perciben influencias del arte abstracto, convirtiendo cada fotograma en una obra donde la estética se encuentra con la emoción.
A medida que el corto avanza, el espectador es transportado a un estado de trance, donde la percepción del tiempo y el espacio se diluye. Al final, la experiencia se siente como un viaje simbólico por los fundamentos del arte y del cine, un recordatorio de que a veces las imágenes más poderosas son aquellas que nos hacen sentir, sin necesidad de palabras. Un verdadero testimonio de cómo el cine puede ser una forma de expresión puramente emocional e innovadora.