En un encantador barrio de París, un niño llamado Pascal, lleno de curiosidad y alegría, se encuentra con un globo rojo brillante que parece tener vida propia. Este globo, que flota y rebota en espacios urbanos, se convierte rápidamente en el mejor amigo de Pascal. Mientras el niño explora su mundo con su nuevo compañero, el globo lo sigue en sus aventuras a través de las calles adoquinadas, desafiando las normas de la gravedad y la lógica.
Sin embargo, la felicidad de Pascal no dura eternamente. A medida que se adentra en su vida, el niño se enfrenta a las envidias y los celos de otros niños del barrio, quienes no comprenden la magia que surge entre él y el globo. Con el tiempo, el globo rojo se convierte en un símbolo de la pureza de la amistad infantil y de la lucha por mantener viva la imaginación en un mundo a menudo sombrío y hostil.
La narrativa se despliega a través de bellas secuencias visuales, con cada escena que muestra el contraste entre la alegría infantil y la dureza de la vida cotidiana. La relación entre Pascal y su globo se convierte en una metáfora poética sobre la pérdida, la soledad y el deseo de pertenencia, culminando en un emotivo desenlace que resuena con el espectador mucho después de que se hayan encendido las luces del cine. Es un testimonio del poder de la amistad y la memoria, llevándonos a reflexionar sobre la fragilidad de la felicidad en nuestra propia vida.