En la Francia de finales de los años 60, un niño de diez años llamado François vive una vida llena de desafíos. Después de pasar por varios hogares de acogida debido a la inestabilidad emocional de su madre, es colocado en una granja donde la vida parece mucho más estructurada, aunque no menos complicada. François es un espíritu libre y desafiante, que lucha por encontrar su lugar en el mundo mientras lidia con sus propios traumas.
Los nuevos padres adoptivos, aunque bienintencionados, se ven abrumados por su comportamiento rebelde y su constante resistencia a la autoridad. A medida que François intenta adaptarse a la rutina de la granja y a las expectativas de su nueva familia, se siente atrapado entre su deseo de pertenencia y su instinto salvaje. La historia profundiza en su relación con los demás niños de la granja y cómo su impredecible carácter afecta sus vínculos, todos media entre la ternura y la rabia.
La trama se vuelve más intensa cuando François se enfrenta a sus propios demonios internos y a las memorias de su infancia que lo persiguen. El punto culminante de la película revela el delicado equilibrio entre la inocencia y la brutalidad de la vida, mientras François navega por la turbulenta transición hacia la adolescencia. En esta mirada conmovedora y agridulce a la infancia, se nos recuerda que, a veces, el mayor acto de amor es dejar ir.