En el siglo XVIII, en un pueblo remoto de Francia, un grupo de cazadores se encuentra con un niño salvaje que ha vivido aislado en el bosque. Su apariencia es la de un niño primitivo, disfrazado de la naturaleza, y su extraño comportamiento despierta tanto la curiosidad como la preocupación de los aldeanos. Deciden llevarlo a la civilización, donde un médico se ofrece a educarlo y comenzar un estudio sobre su desarrollo.
El médico, que cree firmemente en la capacidad del niño para adaptarse al mundo social, se enfrenta a múltiples desafíos al intentar enseñarle las reglas y el lenguaje de la vida pública. Sin embargo, la lucha del niño por comprender y comunicarse con su entorno genera tensiones. A medida que el pequeño comienza a abrirse, sus instintos salvajes y su conexión con el bosque se convierten en un recordatorio constante de su origen. La historia se adentra en la exploración de la naturaleza humana y la civilización, planteando preguntas sobre lo que es realmente “ser humano”.
Con el paisaje rural como telón de fondo, la película también nos presenta un viaje emocional donde el conflicto entre lo salvaje y lo civilizado provoca momentos de reflexión. La relación entre el médico y el niño se convierte en un hilo central, entrelazando ternura y tragedia, y nos recuerda que, a pesar de los intentos de adaptación, hay aspectos de la naturaleza que nunca desaparecen. La historia culmina en un desenlace que desafía las nociones de educación y libertad.