En un pequeño pueblo de Europa del Este, los habitantes están nerviosos ante la llegada de un inspector general que, se rumorea, viene a revisar la administración local, plagada de corrupción y abuso de poder. Sin embargo, la sorpresa se apodera del lugar cuando un hombre común, un viajero que se hace pasar por el inspector, entra en la escena. Este personaje, desaliñado y torpe, es nada más y nada menos que un artista sin rumbo que cae como un pato en medio de un lago helado.
Los funcionarios del pueblo, temerosos de ser desenmascarados, comienzan a hacer esfuerzos exagerados para agradarle y evitar su ira. Con un humor absurdo y situaciones cómicas a cada paso, el faux inspector empieza a aprovecharse de la confusión, disfrutando de las lujosas comidas y el trato preferencial que le otorgan. Mientras tanto, el verdadero caos se desata a medida que los funcionarios empiezan a traicionar entre sí y se revela toda la hipocresía que reina en el lugar.
A medida que avanza la trama, el "inspector" se convierte en un catalizador que expone la codicia y las inseguridades de quienes le rodean, generando tanto risas como reflexiones sobre la moralidad humana. El desenlace es inesperado, llevando al público a una conclusión divertida y reveladora sobre la naturaleza del poder y la corrupción. Todo esto, envuelto en un brillante sentido del humor que hace de esta historia una joya clásica del cine.